miércoles, 12 de mayo de 2010

¿En serio alguien se cree que esto lo hemos inventado nosotras?

Parece como si la moda de aspirar a la perfección que "se supone" nos obsesiona a las mujeres es algo que nos hemos inventado nosotras mismas en los últimos tiempos. La necesidad de tener un cuerpo perfecto (antes el mito era 90-60-90, ahora lo hemos ajustado al 70-40-70) y abarcarlo absolutamente todo (sin ayuda, que eso da más puntos) nos hace encaminarnos peligrosamente hacia la eterna búsqueda de la mujer 10, activa, inteligente, bella, con inquietudes, buena madre y educadora ideal, elegante a la vez que discreta, ingeniosa, buena amante y punto de referencia de su familia, que por cierto la adora constantemente.

Bueno, pues cuando una se despierta de este sueño reparador, se encuentra de frente con una realidad un tanto distorsionada. Resulta que tras 8,9 o diez horas de trabajo compartido con sus colegas (masculinos en en muchos casos) y de su jefe (masculino en la mayoría de ellos), para llevarse a casa un sueldo sospechosamente rebajado en comparación al de los varones, nuestra protagonista llega a su hogar perfecto y lo cuentra normalmete patas arriba. Comienza entonces la carrera contra el tiempo, que consiste en ser capaz de desarrollar siete actividades a la vez (no os preocupéis, las mujeres podemos hacerlo) sin morir en el intento.
En este momento es cuando nos convertimos en auxiliares de guardería, profesoras, enfermeras, confesoras, cocineras, limpiadoras, conciliadoras de conflictos, etc.. Y todo ello en aproximádamente 3 o 4 horas. Por cierto, el salario en este caso es nulo.
Cuando al fín se hace el silencio y vuelve a imperar el orden, pasaremos a la siguiente fase. Procederemos a poner en práctica nuestras poderosas dotes de seducción para que nuestras parejas puedan sentir que volver a casa tras una dura jornada es mucho mejor que tomarse unos vinitos con sus compañeros de fatigas profesionales. Les recibiremos con los brazos abiertos (quien dice brazos...), con el maquillaje perfecto, el último grito en lencería (nada de chandals) y con nuestra mejor sonrisa.
Al final de esta jornada de conciliación extrema, cerraremos los ojos en busca del merecido descanso (con cuatro o cinco horitas, como nuevas), hasta que el despertador nos indique que la carrera ha vuelto a empezar y debemos ocupar los mejores puestos de salida.

¿En serio alguien se cree que todo esto nos lo hemos inventado nosotras?