ME IMAGINO TU ROSTRO
Querida amiga:
Esta noche no he podido dormir. Los truenos retumbaban en mi cabeza cada vez que el sueño comenzaba a aparecer y la oscuridad se volvía más clara que el propio día. Las horas se han hecho inmensas. Ha sido, créeme, una de las noches más largas de toda mi vida. Quizás sea el aterrador silencio que encierran estas cuatro paredes, quizás sea que mi cabeza funciona, paradójicamente, cada día de forma más puñeteramente lúcida. No lo sé. Me resulta tan difícil explicar todo lo que siento y que puedas entenderlo.... Sin embargo, sé que tú estas ahí, al otro lado de estos muros, ocupando parte de tu tiempo en escuchar mis pensamientos y que, aunque ni conozco tu rostro, me lo imagino durante infinitos minutos y soñando tu mirada, las horas se me tornan alegres y recuperan su sentido. Y siento que mi corazón se estremece al leer tus líneas, porque tus palabras me demuestran que el mundo sigue existiendo allí, a lo lejos, como si se empeñara en esperarme.
Pero, cuando mi cerebro recupera el sentido común, me recuerda, inexorablemente, que mi destino ya está firmado y que lo único que me queda por hacer en esta vida es esperar.
Si quieres que te sea sincero, te diré que me gustaría poder decidir mi final, apretar un botón y terminar. Pero mientras a mi cuerpo le queden fuerzas para continuar en este mundo, yo tendré que continuar con él. He aprendido a contar la vida por minutos.
Lo que ya no puedo valorar, es si son minutos ganados a la muerte o perdidos en una vida que, al fin de cuentas, terminó hace años. Cuatro años repletos de horas, minutos y segundos, de amaneceres y atardeceres que he podido disfrutar a través de esta pequeña ventana, de un modo que jamás lo supe hacer cuando vivía al otro lado de su grueso cristal.
Y pienso cuánto perdí por vivir tanto. Cuánto echo de menos el aire, el viento, la lluvia y su olor, los verdes montes y aquel mar que siempre soñé conocer de cerca.
Y sobre todo, cuánto siento saber que no podré rozar tus manos, tocar tus cabellos con suavidad, lentamente, soñando ser protagonista de una gran historia de amor, dejar correr mis lágrimas, sin vergüenza, mirándote fijamente a los ojos, compartiendo en silencio tantas y tantas emociones. Y frente a ti, imaginarme libre por un eterno instante.
Cuanto necesito, amiga mía, la libertad. Cuantas veces sueño despierto y veo mi vida, a lo lejos, como si no fuera la mía; como si una segunda oportunidad me cuchicheara al oído sabios consejos, en aquellos momentos en los que necesitara escucharlos.
Sin embargo, noches crueles e implacables como esta, en las que todo es tan real como la pura realidad, se enfrentan a esos delirios, recordándome que me muero. Me muero, amiga, deseando que lo que he hecho a lo largo de mi vida, pueda ser perdonado allí adonde me dirijo. Me muero, sabiendo que en ese lugar encontraré rostros que me harán avergonzarme de mis acciones; que habrá llegado el momento en el que tendré que pagar por todo ante el tribunal más justo que existe.
Sé que la gran esperanza que tenemos los humanos es nuestra increíble capacidad para perdonarnos a nosotros mismos, pero aún así, tengo miedo. La conciencia ha sido siempre el más íntimo enemigo de todos los que como yo, hemos vivido dándole la espalda, negándole el saludo día tras día.
Pero no temas, todavía quedan en mí unos pocos rastros de valor y a ellos me agarro con todas esas fuerzas que siempre surgen en las situaciones más desperadas. Lo que pasa es que a través de estos barrotes, uno contempla su pasado desde muy lejos y con una perspectiva que resulta imposible alcanzar a ras de suelo. Y cuando a uno le queda lo que a mí me queda, cada instante forma parte de su propio juicio final.
Aún con todo, estoy seguro de que si he podido conquistar un corazón como el tuyo, podré mirar a los ojos a aquello que me espera y confiar que, en el fondo de ellos, sobreviva algo que merezca un perdón. Sobre todo, sé que si, en ese momento, pienso en ti y recuerdo las miles de palabras que has dedicado a reconstruir mi esperanza, pase lo que pase, toda mi vida habrá servido para algo. Y podré descansar y soñarte el resto de la eternidad.
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jueves, 18 de marzo de 2010
viernes, 12 de marzo de 2010
UN GENIO SENCILLO
Llevo toda la mañana escuchando comentarios sobre el GENIO con mayúsculas Miguel Delibes. Alguien le ha definido como el genio sencillo. Y pensaba yo en lo difícil que tiene que ser para un genio ser sencillo. Es como encontrar la perfeccción absoluta. El dijo en una ocasión que pasó su vida disfrazado de otros, cuando muchos como yo daríamos la vida por haber nacido con tan solo una pequeña parte de su genio y talento... Esa es la esencia de la vida y de los sueños... Unos nacen con el don de la inmortalidad y otros nos pasamos la vida intentando tan siquiera acercarnos a él. Miguel Delibes ha muerto tras vivir una vida llena de palabras hermosas y nos ha dejado un legado infinito. Supongo que vaya a donde vaya, seguirá llenando el espacio de belleza y sensibilidad, tal y como lo hizo entre los humanos. Esta noche tendremos que mirar atentamente al cielo, por si descubrimos una nueva estrella iluminando nuestros sueños con su intensa luz.
viernes, 15 de enero de 2010
NO SIENTO LA VIDA
No siento la vida
porque se me pierde
en infinitos latidos
que se extinguen
en forma de inmensos silencios
Y despacio, levanto la vista
hacia aquello que voy abandonando
en el olvido de la memoria,
con el puro dolor de la tristeza
En cada momento
la vida se alarga
y se estremece,
ante lo que buscamos
sin saber lo que hemos de hallar
Y al detenernos
a escuchar los recuerdos,
caminamos por senderos
que se pierden en las nubes,
sabiendo que su recorrido
nos conduce a un destino
que jamás podremos cambiar
No siento la vida
porque se me pierde
en infinitos latidos
que se extinguen
en forma de inmensos silencios
Y despacio, levanto la vista
hacia aquello que voy abandonando
en el olvido de la memoria,
con el puro dolor de la tristeza
En cada momento
la vida se alarga
y se estremece,
ante lo que buscamos
sin saber lo que hemos de hallar
Y al detenernos
a escuchar los recuerdos,
caminamos por senderos
que se pierden en las nubes,
sabiendo que su recorrido
nos conduce a un destino
que jamás podremos cambiar
miércoles, 23 de diciembre de 2009
ALLÍ DONDE LAS ESTRELLAS SE BESAN
En una noche como esta no se puede pretender pensar. Las noches de verano están hechas para mirar al cielo y ver como las estrellas se besan.
Y mientras tanto, los pensamientos aparecen y escapan como si de fantasmas estaciones se tratase. Me prometo decir “contigo hasta el fín del mundo” y que sea cierto. Y veo a la luna con su sonrisa perpendicular, que parece reirse de mis ideas y mis sueños de una noche de verano.
Imagino quién contempla las miles de estrellas esparcidas a lo largo de la oscuridad, en otro lugar, en otro mundo, en otra situación. Dónde están esos ojos que miran y buscan lo que miro y busco yo, que piensan mis pensamientos, que se abrazan a las estrellas y al espacio como un único cuerpo.
Y de nuevo imagino un gran cometa homicida que viaja a millones de años luz con un único objetivo. Me veo a mí y a todos desintegrados en pequeñas partículas flotantes, reflejándose en el gran espejo del universo, como largo haz de luz que abarca con sus brazos, su propio destino. Vagando eternamente junto al infinito y en su profundidad.
Y vuelvo a añorar besos en las esquinas bajo la lluvia, paseos con promesas de amor, poemas de entrega y lágrimas de despedidas nocturnas. Sonrisas que lo intentan alcanzar todo, sueños imposibles compartidos, felicidades perdidas, dolores olvidados.
Pero, volviéndo a la realidad, aquí, sentada y quieta, sé que nada he de conseguir y que para vivir hay que insistir e intentarlo todo.
Pero esta noche se me apararece como mágica y me envuelve en su misterio, cegándome con su inmensidad. Me siento pequeña e insignificante frente al gran mundo que me observa y no puedo más que hundirme en suaves pensamientos y disfrutar del paisaje.
Así, aletargada, me vuelvo a imaginar convertida en luz, abarcando con mis rayos a la persona soñada, rodeando e iluminando sobre un fondo negro, el cuadro pintado por un genio. Y no puedo evitar darme cuenta de que estoy huyendo. No puedo dejar de pensar que mis lágrimas no irán a parar a nada ni a nadie. Quedarán dentro de mí, interiorizando los recuerdos, haciéndolos profundos e insondables.
Pero más allá del dolor, sé que existe un mundo abierto, una muralla que oculta la vida tal como es. Que tengo que llegar al refugio en el que mis sombras se apaguen, donde pueda dormir. Allí quiero llegar; quiero sentir la paz, el silencio rozándome con sus suaves manos, quiero ver el fulgor de las ilusiones no nacidas, quiero vivir con las pretensiones del que ya nada espera y soñar. Soñar con nuevas mañanas, nuevas sonrisas de amor, con alegrías que, orgullosamente, son capaces de levantar sombras y roles.
Quiero ser capaz de ser, al fín y al cabo, libre. Quiero ser un espíritu sin miedos, un lago extenso, una naturaleza vestida de verde intenso y vivo. Quiero contemplar el tiempo pasado y sentirme reconfortado con la sutil aparición de aquel ser que, tras mucho buscar, al fín ha logrado encontrar.
Porque nunca hemos de olvidar que, cuando todo parece acabado, lo que debemos hacer es sentarnos y esperar que un nuevo universo ocupe los recuerdos y nos empuje a seguir. Porque en el fondo, todos nosotros sabemos que no hay que preocuparse de lo que ocurra mañana. Hay que vivir cada momento, aprovechándolo. Que todo, lo bueno y lo malo, ha de llegar y pasar de largo. Y que, después de todo, tras las nubes, siempre acaba saliéndo de nuevo el sol. Así es como se va escribiéndo, queramos o no, nuestra propia vida.
En una noche como esta no se puede pretender pensar. Las noches de verano están hechas para mirar al cielo y ver como las estrellas se besan.
Y mientras tanto, los pensamientos aparecen y escapan como si de fantasmas estaciones se tratase. Me prometo decir “contigo hasta el fín del mundo” y que sea cierto. Y veo a la luna con su sonrisa perpendicular, que parece reirse de mis ideas y mis sueños de una noche de verano.
Imagino quién contempla las miles de estrellas esparcidas a lo largo de la oscuridad, en otro lugar, en otro mundo, en otra situación. Dónde están esos ojos que miran y buscan lo que miro y busco yo, que piensan mis pensamientos, que se abrazan a las estrellas y al espacio como un único cuerpo.
Y de nuevo imagino un gran cometa homicida que viaja a millones de años luz con un único objetivo. Me veo a mí y a todos desintegrados en pequeñas partículas flotantes, reflejándose en el gran espejo del universo, como largo haz de luz que abarca con sus brazos, su propio destino. Vagando eternamente junto al infinito y en su profundidad.
Y vuelvo a añorar besos en las esquinas bajo la lluvia, paseos con promesas de amor, poemas de entrega y lágrimas de despedidas nocturnas. Sonrisas que lo intentan alcanzar todo, sueños imposibles compartidos, felicidades perdidas, dolores olvidados.
Pero, volviéndo a la realidad, aquí, sentada y quieta, sé que nada he de conseguir y que para vivir hay que insistir e intentarlo todo.
Pero esta noche se me apararece como mágica y me envuelve en su misterio, cegándome con su inmensidad. Me siento pequeña e insignificante frente al gran mundo que me observa y no puedo más que hundirme en suaves pensamientos y disfrutar del paisaje.
Así, aletargada, me vuelvo a imaginar convertida en luz, abarcando con mis rayos a la persona soñada, rodeando e iluminando sobre un fondo negro, el cuadro pintado por un genio. Y no puedo evitar darme cuenta de que estoy huyendo. No puedo dejar de pensar que mis lágrimas no irán a parar a nada ni a nadie. Quedarán dentro de mí, interiorizando los recuerdos, haciéndolos profundos e insondables.
Pero más allá del dolor, sé que existe un mundo abierto, una muralla que oculta la vida tal como es. Que tengo que llegar al refugio en el que mis sombras se apaguen, donde pueda dormir. Allí quiero llegar; quiero sentir la paz, el silencio rozándome con sus suaves manos, quiero ver el fulgor de las ilusiones no nacidas, quiero vivir con las pretensiones del que ya nada espera y soñar. Soñar con nuevas mañanas, nuevas sonrisas de amor, con alegrías que, orgullosamente, son capaces de levantar sombras y roles.
Quiero ser capaz de ser, al fín y al cabo, libre. Quiero ser un espíritu sin miedos, un lago extenso, una naturaleza vestida de verde intenso y vivo. Quiero contemplar el tiempo pasado y sentirme reconfortado con la sutil aparición de aquel ser que, tras mucho buscar, al fín ha logrado encontrar.
Porque nunca hemos de olvidar que, cuando todo parece acabado, lo que debemos hacer es sentarnos y esperar que un nuevo universo ocupe los recuerdos y nos empuje a seguir. Porque en el fondo, todos nosotros sabemos que no hay que preocuparse de lo que ocurra mañana. Hay que vivir cada momento, aprovechándolo. Que todo, lo bueno y lo malo, ha de llegar y pasar de largo. Y que, después de todo, tras las nubes, siempre acaba saliéndo de nuevo el sol. Así es como se va escribiéndo, queramos o no, nuestra propia vida.
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Un toque literario
viernes, 18 de diciembre de 2009
PARA ETXE
VIVE PARA VIVIR
Vive como un algo libre
como un espíritu sin miedos
como un campo abierto
como un lago extenso
como una naturaleza viva
Para que un día puedas contemplar el tiempo pasado
y sentirte reconfortado
al saber que tus pasos
han surcado un hermoso camino
Vive como un algo libre
como un espíritu sin miedos
como un campo abierto
como un lago extenso
como una naturaleza viva
Para que un día puedas contemplar el tiempo pasado
y sentirte reconfortado
al saber que tus pasos
han surcado un hermoso camino
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Un toque literario
jueves, 17 de diciembre de 2009
El tacto de la magia
Todo ocurrió durante un noche mágica en un oscuro y vacío plató. Hasta entonces, pocas habían sido las ocasiones en que la fortuna había reparado en mi insignificante existencia, otorgándome la posibilidad de vivir momentos de esos que se recordarán toda la vida. Sin embargo, allí mismo, bajo los enormes focos, rodeado de ese frenético ritmo que impone el precio de cada metro de 35 milímetros, envuelto en el decorado más imponente que jamás hubiera visto, había estado yo, soñando de antemano mi sueño, con los ojos como platos y el pulso a mil por hora, intentando no perder el más minúsculo detalle de ese pedacito de magia del que tenía el privilegio de formar parte.
Tras esas horas de gloria, cuando el ajetreo cesó, mis héroes se fueron retirando a sus camerinos y las luces comenzaron a apagarse. Algo dentro de mí me mantuvo en un rincón, paralizado, intentando asimilarlo todo, intentando volver a la realidad.
Fue entonces cuando entre las sombras ví aparecer a una mujer rubia, con unos enormes ojos y expresión nostálgica. Se acercó lentamente hacia un pequeño piano que descansaba en una sombría esquina.
De repente un foco la iluminó. Ella me miró y yo entre temblores, la reconocí. A pocos metros del rincón en el que yo estaba, pedía con un precioso susurro que el piano le regalara su canción. “As time goes by” comenzó a inundarnos a los dos. Ella, quieta, sin dejar de sonreírme, movía sus labios en silencio, convirtiéndome en el hombre más feliz de toda la historia. Poco a poco, el brillo de la luz que la envolvía, fue tornándose en un gris cada vez más oscuro, hasta que se fundió en un implacable negro.
Traté de respirar con todas mis fuerzasy comencé a frotarme los ojos. Pero parece ser que aquello de que los milagros no vienen solos, no es del todo falso.
Cuando mis ojos de nuevo se abrieron, se encontraron ante una verdadera diosa que parecía querer decirme algo. Alta, elegante, con un impecable traje de chaqueta y afilados tacones.
Me miró con sus ojos felinos e impresionantes y de sus labios de carmín salieron aquellas palabras con las que tantas noches había soñado. “Si quieres algo, simplemente silba”. Creo que más palido que la luna en sus mejores noches, comenzé a silbar y a silbar y a silbar... Y así debí continuar hasta que bruscamente, algo fue a chocar contra mi cabeza.
Me volví con la intención de matar a quien hubiera osado romper aquel momento, a quien hubiera sido capaz de volatilzar a aquélla mujer que prometía ser mía con sólo un silbido.
Entonces, un desagradable hombrecillo me enfocó directamente con su estridente linterna. “Perdone pero son ya las doce. Todo el mundo se ha ido. ¿Se puede saber que hace aquí escondido y metiendo ese ruido?. O se va ahora mismo o...?. No le dejé terminar. Para qué intentar explicar lo inexplicable.
Ya en el exterior, la densa niebla pareció envolver mis recién vividas fantasías, recordándome que efectivamente acababa de rozar con mis propios dedos la magia.
Y por un momento, a lo lejos, me pareció descubrir una pequeña figura de uniforme que, tranquilamente me aguardaba para acompañarme en mi triste despedida con promesas de amistad.
THE END
Todo ocurrió durante un noche mágica en un oscuro y vacío plató. Hasta entonces, pocas habían sido las ocasiones en que la fortuna había reparado en mi insignificante existencia, otorgándome la posibilidad de vivir momentos de esos que se recordarán toda la vida. Sin embargo, allí mismo, bajo los enormes focos, rodeado de ese frenético ritmo que impone el precio de cada metro de 35 milímetros, envuelto en el decorado más imponente que jamás hubiera visto, había estado yo, soñando de antemano mi sueño, con los ojos como platos y el pulso a mil por hora, intentando no perder el más minúsculo detalle de ese pedacito de magia del que tenía el privilegio de formar parte.
Tras esas horas de gloria, cuando el ajetreo cesó, mis héroes se fueron retirando a sus camerinos y las luces comenzaron a apagarse. Algo dentro de mí me mantuvo en un rincón, paralizado, intentando asimilarlo todo, intentando volver a la realidad.
Fue entonces cuando entre las sombras ví aparecer a una mujer rubia, con unos enormes ojos y expresión nostálgica. Se acercó lentamente hacia un pequeño piano que descansaba en una sombría esquina.
De repente un foco la iluminó. Ella me miró y yo entre temblores, la reconocí. A pocos metros del rincón en el que yo estaba, pedía con un precioso susurro que el piano le regalara su canción. “As time goes by” comenzó a inundarnos a los dos. Ella, quieta, sin dejar de sonreírme, movía sus labios en silencio, convirtiéndome en el hombre más feliz de toda la historia. Poco a poco, el brillo de la luz que la envolvía, fue tornándose en un gris cada vez más oscuro, hasta que se fundió en un implacable negro.
Traté de respirar con todas mis fuerzasy comencé a frotarme los ojos. Pero parece ser que aquello de que los milagros no vienen solos, no es del todo falso.
Cuando mis ojos de nuevo se abrieron, se encontraron ante una verdadera diosa que parecía querer decirme algo. Alta, elegante, con un impecable traje de chaqueta y afilados tacones.
Me miró con sus ojos felinos e impresionantes y de sus labios de carmín salieron aquellas palabras con las que tantas noches había soñado. “Si quieres algo, simplemente silba”. Creo que más palido que la luna en sus mejores noches, comenzé a silbar y a silbar y a silbar... Y así debí continuar hasta que bruscamente, algo fue a chocar contra mi cabeza.
Me volví con la intención de matar a quien hubiera osado romper aquel momento, a quien hubiera sido capaz de volatilzar a aquélla mujer que prometía ser mía con sólo un silbido.
Entonces, un desagradable hombrecillo me enfocó directamente con su estridente linterna. “Perdone pero son ya las doce. Todo el mundo se ha ido. ¿Se puede saber que hace aquí escondido y metiendo ese ruido?. O se va ahora mismo o...?. No le dejé terminar. Para qué intentar explicar lo inexplicable.
Ya en el exterior, la densa niebla pareció envolver mis recién vividas fantasías, recordándome que efectivamente acababa de rozar con mis propios dedos la magia.
Y por un momento, a lo lejos, me pareció descubrir una pequeña figura de uniforme que, tranquilamente me aguardaba para acompañarme en mi triste despedida con promesas de amistad.
THE END
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Un toque literario
miércoles, 16 de diciembre de 2009
Tal día como hoy, 16 de diciembre, pero hace ya 107 años, nació en El Puerto de Santa María, Cádiz, un genio de las palabras. Rafael Alberti. Miembro de la Generación del 27 y Premio Nacional de Literatura en 1925 por su obra "Marinero en Tierra".
Desde aquí, nuestro modesto y apasionado homenaje a este gran hombre; el placer de escucharle, vale más que cualquier posible comentario:
Entrevista a un maestro
Desde aquí, nuestro modesto y apasionado homenaje a este gran hombre; el placer de escucharle, vale más que cualquier posible comentario:
Entrevista a un maestro
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Un toque literario
jueves, 26 de noviembre de 2009
Los ojos dormidos
Oliver se solía sentar en un rincón de su habitación, en el suelo, a escuchar los sonidos de cada día. Abría la ventana y cerraba los ojos. Tenía siete años y hacía dos que no podía ver nada.
Una mañana se levantó y al abrir los ojos se dio cuenta de que continuaba en la oscuridad. A partir de ese momento, aprendió a imaginarlo todo. Imaginó las lágrimas de madre, los lamentos de su padre, se inventó las caras de los médicos que le “estudiaron” sin cesar durante aquella temporada, se esforzó por no olvidar todo lo que hasta entonces había podido ver. Los colores, las formas, los muebles de su casa, los parques de su ciudad, sus juguetes, todo lo que formaba parte de su pequeño mundo.
Hasta que un día, un sonido nuevo entró por la ventana. Era música, la música más dulce y cariñosa que había escuchado nunca. Y una voz le habló. Era una voz diferente, pero suave. La música le trajo muchos recuerdos. Por unos instantes, pudo ver el mar, el sol, las nubes, el arco iris. Pudo ver a su madre sonreír de nuevo y pudo tocar la felicidad con la punta de sus dedos.
La voz venía del otro lado de la ventana y se ofreció para hacerle ver un ratito cada día.
Así cada mañana, Oliver esperaba, quieto, a escuchar de nuevo la voz de aquel violín, que con su música, le contaba todo lo que ocurría fuera de las sombras y le hacía soñar que de nuevo podía verlo todo.
Y así ocurrió hasta que un día, al despertar, Oliver volvió a abrir los ojos y se dio cuenta de podía ver de nuevo. No acertó a pronunciar palabra. Solo pensó en contárselo a su amigo el violín. Se sentó en el pequeño rincón y esperó con los ojos cerrados, pero el violín no llegó. Entonces, una lágrima recorrió su cara, despacio, hasta caer en el suelo. Oliver la miró y la vio. Entonces, comprendió que su amigo estaría en algún otro lugar, guardando el sueño de otros ojos dormidos.
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martes, 10 de noviembre de 2009
INSPIRACION
En la oscuridad, escuchando los frágiles acordes de una melodía inspirada por la soledad misma, el presente se convierte en minúsculo fragmento de una eterna cadena, en la cual cada uno de nosotros ocupamos ínfimos momentos.
Solo hay una existencia que puede perpetuarse en el infinito, porque constituye la misma y única esencia de la eternidad. Porque tan solo lo creado y concebido con el alma y el espíritu en carne viva, puede simbolizar la profundidad de la existencia humana.
Tan solo el ansia de la creación más suprema, que ha inspirado a la condición humana en los momentos más gloriosos de su historia, pudo lograr escuchar directamente la voz de los dioses, convirtiéndola en obra concebida por un espíritu y una pasión terrenal.
Porque no cabe duda que la gran conquista del hombre, a través de los tiempos, ha sido el callar y percibir esos rumores lejanos que en su interior, sugerían la pura creación de lo nunca antes creado, de lo nunca antes expresado.
Y ante todo aquello que convierte en realidad la grandeza de la lucha por ver cumplidos los propios sueños, de poder rozar con los propios dedos el talento tantas veces contemplado desde lejos, tantas veces envidiado en silencio, lo único que nos queda a muchos es ese mismo silencio, frente a un espacio lleno de blanco, ávido de verse colmado de sonidos, ansioso de sentirse eufórico con la plenitud de un torrente de sentimientos vertidos paso a paso, sin que el tiempo pueda imponer ninguna ley, ningún principio. Porque cuando un interior emerge hacia fuera, nada puede medirse con las leyes humanas, ni nada puede ser real. Todo sucumbe ante lo inexplicable, ante lo desconocido, ante aquello que tan solo se puede entender desde lo más profundo del alma.
Todo queda a la única merced de una inmensa sensación de vacío que, en pocos instantes, lo ocupa todo. Es como el principio del fín de algo que se sabe, volverá de nuevo a comenzar. Y así, la historia de la humanidad ha ido creando, paso a paso, vida a vida, su propia herencia, escrita en notas de oro, transformadas en Arte.
En la oscuridad, escuchando los frágiles acordes de una melodía inspirada por la soledad misma, el presente se convierte en minúsculo fragmento de una eterna cadena, en la cual cada uno de nosotros ocupamos ínfimos momentos.
Solo hay una existencia que puede perpetuarse en el infinito, porque constituye la misma y única esencia de la eternidad. Porque tan solo lo creado y concebido con el alma y el espíritu en carne viva, puede simbolizar la profundidad de la existencia humana.
Tan solo el ansia de la creación más suprema, que ha inspirado a la condición humana en los momentos más gloriosos de su historia, pudo lograr escuchar directamente la voz de los dioses, convirtiéndola en obra concebida por un espíritu y una pasión terrenal.
Porque no cabe duda que la gran conquista del hombre, a través de los tiempos, ha sido el callar y percibir esos rumores lejanos que en su interior, sugerían la pura creación de lo nunca antes creado, de lo nunca antes expresado.
Y ante todo aquello que convierte en realidad la grandeza de la lucha por ver cumplidos los propios sueños, de poder rozar con los propios dedos el talento tantas veces contemplado desde lejos, tantas veces envidiado en silencio, lo único que nos queda a muchos es ese mismo silencio, frente a un espacio lleno de blanco, ávido de verse colmado de sonidos, ansioso de sentirse eufórico con la plenitud de un torrente de sentimientos vertidos paso a paso, sin que el tiempo pueda imponer ninguna ley, ningún principio. Porque cuando un interior emerge hacia fuera, nada puede medirse con las leyes humanas, ni nada puede ser real. Todo sucumbe ante lo inexplicable, ante lo desconocido, ante aquello que tan solo se puede entender desde lo más profundo del alma.
Todo queda a la única merced de una inmensa sensación de vacío que, en pocos instantes, lo ocupa todo. Es como el principio del fín de algo que se sabe, volverá de nuevo a comenzar. Y así, la historia de la humanidad ha ido creando, paso a paso, vida a vida, su propia herencia, escrita en notas de oro, transformadas en Arte.
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